Ahorrar desde pequeños no significa pequeño ahorro

Las pruebas en campo a pequeña escala o “pilotos” contribuyen al diseño eficiente de políticas públicas, siendo uno de los pilares de las buenas prácticas en economía y las ciencias sociales en general.

Promover la cultura del ahorro es uno de los principales objetivos de las acciones de educación e inclusión financiera para niños y jóvenes en todo el mundo. En este marco, el BCRA ha desarrollado, desde fines de 2016, el programa “Aprendiendo a Ahorrar” destinado a estudiantes de nivel secundario de la provincia de Mendoza, pero con el objetivo de poder “escalar” este piloto para hacer el programa extensible a la totalidad del territorio nacional.

Mediante este trabajo se busca, además, realizar un diagnóstico sobre los comportamientos y conocimientos relacionados con el ahorro en lo más jóvenes y, sobre todo, evaluar el impacto de acciones a pequeña escala, antes de impulsar o sugerir medidas a nivel nacional e involucrar un mayor volumen de recursos. Por todo esto, es relevante preguntarse cuál es la efectividad de las iniciativas llevadas a cabo.

La tarea fue llevada a cabo con la colaboración del Banco de la Nación Argentina, la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Mendoza y el Ministerio de Educación de la Nación. Para evaluar el impacto de distintas propuestas educativas se dividió aleatoriamente a las escuelas relevadas en tres grupos. Al primero de ellos se le brindó una capacitación muy breve sobre las cajas de ahorro y las cuentas en UVAs y UVIs1 para menores; al segundo grupo se le brindó un taller de capacitación más extenso donde también se abordaron cuestiones relativas a la importancia del ahorro y la bancarización; mientras que el último grupo fue lo técnicamente se le denomina “grupo de control”, con el cual no se realizó ningún tipo de taller informativo. Con este grupo de control puede construirse un ejercicio contrafáctico, que consiste indagar qué hubiese pasado en la población “tratada” si no se hubiese brindado ningún tipo de taller.

En todos los grupos, antes de los talleres, se realizó una encuesta recabándose un total de 3.318 alumnos que la contestaron. Los resultados arrojaron un sinnúmero de datos de interés. El 78% de los adolescentes contestó que les gustaría ahorrar en un banco, una cifra sin dudas muy alta y que parece contrastar con la idea instalada de que la población tiene cierta aversión al sistema financiero. Pero lo más peculiar en ese sentido, es que en las zonas con menor infraestructura bancaria (rurales o periféricas) esa proporción sube al 87% de los jóvenes, es decir allí donde menos presencia tienen los bancos es donde más se perciben son útiles o necesarios.

La mayoría de los chicos (3/4 partes) responde que le gustaría ahorrar en un banco principalmente porque los ayudaría a no gastar tan fácilmente su dinero, es decir ven este ahorro como una forma de controlar los impulsos del consumo, o bien porque les brinda una mayor seguridad. Un 20% de los jóvenes se inclina por el rendimiento que puede obtener en un banco como la principal ventaja del ahorro formal.

Los principales objetivos de ahorro para los jóvenes son la vivienda (26%) y la financiación de su educación (25%), seguidos de la compra de indumentaria (13%). Es destacable que en el ámbito rural los estudios educativos se transforman en la principal meta de ahorro de los jóvenes alcanzando el 33%, esto puede deberse tanto a que en ese grupo está más instalada la idea de mantenerse estudiando para ascender socialmente como también al hecho que la dificultad de tener que mudarse a una ciudad y vivir sin sus padres hace más costoso para la familia poder sostener el estudio. Estos resultados nos llevan a pensar que incentivos al ahorro relacionados con la vivienda (como planes de ahorro previo con las UVIs o UVAs) y la educación (ej. becas), o hasta premios o canjes de indumentaria podrían impulsar el ahorro formal y hasta amplificar el efecto inclusivo de estas políticas.

La práctica de evaluación del impacto de las acciones del Estado contribuye a diseñar buenas políticas públicas. Aunque las diferencias no resultaron estadísticamente significativas, los grupos tratados tuvieron cuatro veces más aperturas de cuentas que el grupo no tratado. Así se logran buenos resultados al menor costo posible. En este caso, buscamos iniciar una transformación de largo plazo que permita a los jóvenes “aprender-haciendo” con herramientas financieras que les permitan así alcanzar sus objetivos y sueños mediante una práctica tan simple pero tan crucial como el ahorro.

Y quizá este “pequeño” ahorro que puedan hacer los jóvenes sea un vehículo para instrumentar un cambio sustancial en nuestro sistema financiero.

 

Mariano Iglesias, Ramiro Frutos, Leonardo Di Dio y Diego Bastourre


1 Unidades de Valor Adquisitivo y Unidades de Vivienda respectivamente.

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