¿Cuánto se hubiera ahorrado entre el 2008 y el 2015 emitiendo billetes de mayor denominación?

En la publicación anterior, Gastón Repetto y Federico Forte realizaron un claro y concreto abordaje acerca de los costos que implica para la sociedad la provisión de dinero en efectivo, señalando cuánto se ahorrará en concepto de impresión durante el 2017 gracias a la introducción de la nueva familia de billetes.

En este caso nos proponemos realizar un ejercicio de simulación donde los billetes de mayor denominación se emiten a medida que la inflación produce la desvalorización y pérdida del poder adquisitivo de los ya existentes. Para el cálculo de la diferencia de gastos y el ahorro en el cual hubiera incurrido el BCRA tomamos en cuenta todos los contratos de impresión concertados entre esta institución y la Casa de Moneda Argentina, así como también los de compra de papel con los diferentes proveedores.

Gráfico-1ardiles

Teniendo en cuenta que entre abril de 2005 y abril de 2007 el BCRA había firmado un contrato de impresión bianual con Casa de Moneda, sería en 2008 el año a partir del cual podrían modificarse las condiciones de impresión. De allí en adelante, se asumió la concertación de contratos anuales enero-diciembre, por lo que la emisión de una nueva denominación solo podía ser decidida cada enero.

Dado que en ese momento el billete de $100 tenía un poder adquisitivo de alrededor de $35 a precios de enero de 1993, se tomó dicha magnitud como referencia para activar en el ejercicio la decisión de introducir un billete de mayor denominación. Como puede observarse en el gráfico anterior, cada vez que el valor del billete de mayor denominación pierde su poder adquisitivo acercándose a tocar los $35 a precios de 1993, el BCRA emite un billete de mayor denominación. Por lo tanto, conforme a esta pauta de los $35, en el año 2008 se hubiera emitido el billete de $200, en el año 2012 el billete de $500 y durante el transcurso del año 2015 el billete de $1.000.

Gráfico-2ardiles

A efectos de realizar la simulación, se utilizó la estadística de circulación de billetes en poder del público y de los bancos a fin de cada año calendario, calculándose a partir de ella las necesidades de impresión anuales.

Para abastecer la citada demanda incremental de efectivo por parte del público y los bancos, sustituir los billetes deteriorados por nuevos y sostener cierto stock precautorio en poder del Banco Central, el BCRA contrató la impresión de 7.317.900 millares de billetes que equivalieron a $491 mil millones por un costo total de US$ 893.000.822 (a tipo de cambio de cada fecha de contrato), incluyendo tanto el costo de impresión como las compras de papel moneda del periodo.

Para la simulación planteada, se supuso en primer lugar la impresión de $491 mil millones en billetes, al igual que lo sucedido efectivamente durante el periodo, considerándose una paleta de denominaciones de billetes (es decir, la participación del valor total emitido de cada denominación sobre el total del circulante) objetivo para cada año basada en la paleta promedio observada en el periodo 1995-2000. Asimismo, luego de la introducción de cada nueva denominación, se asumió una transición armónica hacia dicha paleta, intentando así minimizar las distorsiones.

Dado que la introducción de las denominaciones de $200, $500 y $1000 es contrafáctica y no contamos por lo tanto con precios observados en el momento para esos billetes, se supuso que el costo de emisión de los mismos fue el de la máxima denominación existente; es decir, el costo del billete de $100 para cada momento del tiempo1 .

De esta forma, nuestra mejor estimación para la atención de la demanda, dados todos los supuestos mencionados, resultó en una impresión de 2.173.690 millares de billetes, equivalentes a $491 mil millones, con un costo de US$ 253.313.792, lo que implica que el BCRA se hubiera ahorrado la suma de USD 639.687.030, producto de la menor cantidad de billetes que hubiera sido necesario emitir.

Claro está que estos costos no contemplan los de transporte y almacenamiento de los billetes, los cuales debieron ser afrontados durante todo este periodo por el BCRA y por todas las entidades del sistema financiero, sumado a la incomodidad y las ineficiencias que implicaron año tras año el manejo de dinero efectivo con una denominación retrasada.

Augusto Ardiles, Fabian Arregui y Matias Tazzi

 


1 Cabe destacar que no se contabilizaron los costos fijos que involucra la introducción de una nueva denominación a la familia de billetes.